Espero que disfrutéis de mis aventuras y pueda transmitiros todas aquellas sensaciones que experimento en la montaña y que hacen sentirme cada día más vivo.

Cresta de Los Quince Gendarmes (D)

Tenía muchas ganas de regresar al monte después de estos seis meses de parón, por culpa de una fisura en el astrágalo (hueso del pie), regalito que me traje de Noruega este invierno y que mejor manera que con un reto con mayúsculas.
Cuando Andrés me envió un correo planteándome la actividad, no lo pensé ni un segundo y eso que me veía bastante verde, los 15 gendarmes, bien valían la pena hacer el esfuerzo y con un compañero de cordada como Andrés, más.
Se puede acceder a la brecha de la cresta desde el ibonet de Cregüeña o desde los ibones del Alba, nos decantamos por la primera opción, argumentando que el vivac lo realizaríamos a más altitud y al ser cara sur no habría nevero que se nos interpusiese en nuestro camino.

La subida al ibonet de Cregüeña es una escalera constante que no da tregua, en su parte inicial, vas por un bosque frondoso, que se agradece su sombra e inevitablemente este se termina, dando paso al reino de las piedras.
El hotel mil estrellas nos esperaba una vez más y no defraudó, hasta que a las 5:00h sonó el despertador, había que ponerse en marcha, una maratoniana jornada teníamos por delante.

                     
 La cresta resultó ser todo lo que habíamos leído e imaginado y un poco más. Técnicamente no resulto ser tan dura, pero..., siempre hay algún "pero", físicamente acabó pasando factura.
No voy a reseñar la cresta, gendarme a gendarme, para eso tenéis a gente mucho más cualificada que un servidor, que lo hacen bastante bien, como Pako Sánchez, en su libro "Crestas Pirenaicas", si que tengo que contaros, que tiene de todo un poco: trepadas de IV+, destrepes, zonas muy descompuestas y aristas finas-finas. Y os puedo asegurar que llegamos a la cumbre del Alba, pidiendo tiempo muerto.
Todos sabemos que," todo lo que sube, baja" y eso era lo que nos causaba algo de incertidumbre, sabíamos por las reseñas que habíamos consultado, que si seguíamos la cresta en dirección este, llegábamos a una zona de rápeles que nos depositarían en el píe de la pared. Hay que tener en cuenta que nosotros habíamos dejado material en el vivac de Cregüeña y teníamos que descender por esa vertiente para recuperarlo. Alcanzar el primer rápel, resultó un tanto divertido, un  destrepe, bastante aéreo, después de todo lo que llevábamos encima, terminó por fundir los plomos.

                                      No recuerdo haber tenido que superar un mar de bloques de granito tan caótico, para regresar al vivac, las piernas decían basta, quiero descansar, lo que no sabían era que una vez llegado al vivac, recogeríamos y bajaríamos al valle, el ácido láctico, se apoderó de mis cuádriceps y recuerdo llegar "muerto" al coche.
El kilómetro más largo de mi vida y a la vez el más satisfactorio, ocho horas de escalada en cresta y quince horas de actividad en total, que dejan un sabor de boca muy dulce.               

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