Mi primer objetivo era esta bonita cresta, que por lo que había leído de ella, tenía que resultar asequible con mi nivel de escalada y mi grado de experiencia en alta montaña.
Vivaqueé en el pueblo Aneto a media hora del Ibón de Llauset donde se inicia la aproximación a la misma y pasé una noche estupenda, sin nada de frío, no hay nada como el hotel mil estrellas. A las ocho de la mañana iniciaba mi aproximación, rodeando el ibón por su lado noroeste, ya se que no es el horario más adecuado para hacer una cresta a 3000 m. de altitud, pero la meteo confirmaba tiempo estable y la aproximación a la misma era relativamente corta (me costó solamente una hora, la mitad de lo que había leído).
Aunque es una cresta que no necesita cuerda, llevaba un cordino de 30 m. por si las moscas, pero no me hizo falta.
En toda ella se suceden los pasos de segundo y alguno que otro de tercero, si pretendes ir por el filo de la misma (vale la pena), solamente encontré una zona donde durante unas décimas de segundo acudió el miedo a mi cerebro, pero no podía dejar que se instalara en él. Es una parte de la cresta bastante afilada con patio a ambos lados, donde hay que esquibar sucesíbamente unos pequeños cuchillos, de dos o tres metros. Por lo demás me resulto bastante fácil. El último tramo antes de alcanzar la Tuca de Vallibierna es muy sencillo, la cresta ha perdido toda su verticalidad por el lado norte y caminando cómodamente llegas casi hasta la cumbre, todavía queda una zona de bloques en horizontal, de la propia cresta, que se sortean sin compromiso alguno.
Llegué al coche con las pilas cargadas a tope, la actividad me había resultado muy gratificante. En menos de seis horas había concluido la actividad y estaba preparado para nuevos retos y ha ser posible dándole media vuelta más a la rosca.